domingo, 24 de febrero de 2013

El tren de la vida


La vida no es más que un viaje por tren: repleto de embarques y 
desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos 
embarques, y profundas tristezas en otros.



Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas las 
cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje: nuestros 
padres.



Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en alguna estación 
dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable. 
No obstante, esto no impide a que se suban otras personas que nos serán 
muy especiales.




Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros maravillosos 
amores. 

De las personas que toman este tren, habrá los que lo hagan como un 
simple paseo, otros que encontrarán solamente tristeza en el viaje, y 
habrá otros que circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar 
a quien lo necesite.


Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan 
desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el 
asiento.



Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos 
se acomodan en vagones distintos al nuestro. 

Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos. 

Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con 
dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos, pero lamentablemente, ya 
no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el 
asiento.



No importa, el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, 
fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos.

Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de 
relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo que 
tengan de mejor.



Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán 
titubear y probablemente precisaremos entenderlos ya que nosotros 
también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.



El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación 
bajaremos, mucho menos donde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el 
que está sentado en el asiento de al lado.



Me quedo pensando si cuando baje del 
tren, sentiré nostalgia.


Creo que sí. Separarme de algunos amigos de los que me hice en el viaje 
será dolorido. Dejar a que mis hijos sigan solitos, será muy triste. 
Pero me afierro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la 
estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un 
equipaje que no tenían cuando embarcaron.



Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el equipaje 
creciera y se hiciera valiosa.



Hagamos con que nuestra estadía en este tren sea tranquila, que haya 
valido la pena.

Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro 
asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje 
permanezcan.



Fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario